Artículo de El País sobre ortografía
by Víctor
El que escriba ‘habrir’ no debería graduarse
Las
faltas de ortografía y de comprensión lectora abundan en la Universidad
Los
profesores se plantean si además de los conocimientos deberían evaluar un
lenguaje viciado por los SMS
Escribir habrir es una falta de
ortografía tan descabellada e inverosímil que parece un signo de rebeldía, como
quien escribe okupa. Sin embargo, cuando una profesora de Hispánicas —letras— y
otra de Agrónomos —ciencias— repasan en común mentalmente las faltas más
habituales de sus alumnos aparece pronto el dichoso habrir. ¿Cómo llegan
a una falta tan rocambolesca? Probablemente, conjeturan las docentes, porque no
distinguen “habría” del verbo haber de “abría” (casi siempre escrito sin
acento) de abrir. Los fallos ortográficos y de expresión son frecuentes en unos
estudiantes que con esa ortografía no hubiesen pisado la Universidad. Los
profesores reconocen que el panorama es desolador, pero pocos bajan la nota de
un examen por la ortografía y la expresión —menos aún en las carreras de
ciencias— y no existen reglas comunes para baremar este asunto en los
departamentos de las facultades.
“Hay algo de verdad y algo de tópico. Si
no hubiera sido por la métrica, el poeta podría haber dicho tal vez ‘cualquier
ortografía pasada / fue mejor’. Antes había un sector de la población que no
estudiaba y que apenas sabía escribir. Ese sector hoy ha accedido a la
enseñanza y, por supuesto, escribe mejor”, explica el académico Salvador
Gutiérrez, que fue el encargado de coordinar Ortografía de la lengua española,
el polémico volumen de la RAE.
“Sin embargo, los que antes estudiaban debían someterse a un largo y duro
aprendizaje de corrección idiomática y, como consecuencia, su ortografía
alcanzaba un nivel mucho más elevado que el que tienen los que, por ejemplo,
acceden hoy a la
Universidad”.
“El problema no es solo de ortografía.
También, o más, de prosodia. Es decir, la organización de la sintaxis: los
puntos, las comas… Entiendo “baca”, pero puedo no entender el discurso si no se
organiza bien. Es difícil de marcar, pero no se esfuerzan”, plantea Flor
Salazar, profesora de Filología Hispánica en la Universidad Complutense.
“Por ejemplo, está muy de moda no poner las sangrías después del punto y
aparte. Hemos copiado a los anglosajones y eso tenía su utilidad”, prosigue.
“Yo, cuando era pequeña, todos los días hacía una redacción. Y es lo que
deberían de hacer ahora. Redacción, redacción, redacción. Recuerdo a una
compañera de facultad que, hace 40 años, tuvo un cero por escribir disminutivo”.
Amparo Medina Bocos, profesora jubilada
de Lengua en secundaria, remarca también la importancia de las tildes. “No es
lo mismo ‘revólver’ que ‘revolver,’ pero está socialmente mejor visto que
escribir vailar. Hemos caído en la dejadez. En la calle lees cafeteria
y antiguedades. Nada”.
“Si un estudiante escribe que la toma de la Bastilla tuvo lugar en
1787 es probable que no obtenga un sobresaliente, aunque quizá tampoco un
suspenso. Pero si escribe que la toma de la Bastilla tuvo lugar en 1987, o —como parece que
escribió una vez cierto estudiante— que lo que tuvo lugar en 1789 fue la toma
de la Pastilla,
entonces no necesita una calificación, sino en rigor un aviso de que no ha
llegado a ponerse en condiciones de ser calificado en un examen de Historia”,
opina José Luis Pardo, catedrático de Filosofía en la Complutense. “Creo
que este es el mismo caso de las faltas de ortografía (cuando son graves): no
es lo mismo si un alumno de primero de Filosofía escribe Witgenstein con una
‘t’ de menos que si escribe el dever ser con uve. Hay que suspenderle,
claro está. No hay otra manera de hacerle notar que no cumple las condiciones,
pero conviene que se entere de que ha suspendido no por falta de conocimientos,
sino por no reunir las condiciones previas necesarias para poder ser
calificado”. “Es como si en la escuela de ingenieros se preguntasen si hay que
ser exigentes en la construcción de puentes o si se debe levantar un poco la
mano, aunque algunos viaductos se caigan a la primera ventolera”.
Pardo modela a los próximos filósofos y
José Manuel Sánchez Ron, en la
Autónoma de Madrid, a los que un día serán físicos. Este
cuatrimestre el académico de la
Lengua ha decidido bajar la puntuación en Historia de la Ciencia, una asignatura
optativa, por los fallos “aunque de una manera generosa, no condicionará su
aprobado”. “He tomado esta decisión individual a la vista de que no conduce a
nada decirles que presten atención porque saldrán mejor preparados”. El primer
día de clase, el científico les recuerda la importancia de escribir bien. “Les
digo que no soy su colega y, por tanto, que no pueden escribir como un SMS a
los amigos”.
El inglés es la lengua franca en
ciencias, pero se niega a que se escuden en el argumento de que lo importante
es ser capaces de resolver las fórmulas y problemas. “Es la manifestación de un
movimiento posmoderno. La ortografía no es un juicio relativo, es una ley
absoluta”, dice Ron.
Consensuar que se valore la forma y no
solo el contenido de lo escrito no parece fácil. Hace una década un grupo de
profesores de Hispánicas en la
Complutense propuso al decanato un reglamento común al que
ampararse ante las quejas estudiantiles, pero este adujo que el asunto no era
de su competencia. “Debe bajarse la nota (incluso hasta llegar al suspenso)
cuando se trata de faltas graves y/o muy reiteradas. No debería ser preciso
ningún reglamento, como tampoco para ir a clase completamente vestido y calzado
o no entrar en el aula con mascotas, y el simple decoro (el sentimiento de
vergüenza ante el reproche común) debería bastar para que se inhibieran los
infractores”, sugiere Pardo. Aunque, realista, concluye: “Está claro que esto
ha dejado de ocurrir, de modo que es preferible que haya una norma común, si
fuera posible de Estado, porque esto sería lo más parecido a no tener que estar
todo el rato advirtiendo lo que en realidad no haría falta advertir porque es
de sentido común”.
Que se lo digan a un profesor de un grado
en Comunicación en una prestigiosa universidad pública española enfrentado a
sus alumnos por su decisión de rebajar la nota con las faltas. Eso ha supuesto
el suspenso de más de uno. “La culpa es de los alumnos, claro, pero también de
los docentes. Rebajamos mucho el listón y obviamos la necesidad de subrayar que
se debe escribir correctamente en cualquier caso, pero más en el nuestro,
porque somos profesionales de la palabra”, sostiene desde el anonimato. “Algunos
alumnos te dicen que se tiene que valorar solo el conocimiento de la materia y
no cómo se escriben las palabras porque para eso existen correctores. Pero en
las redacciones apenas queda esa figura y ya no hay tiempo para corregir. Y,
aunque los hubiera, no sería excusa”.
Este docente esboza un presente y futuro
negro en la Universidad:
“La comunidad educativa tiene cada vez más miedo a imponerse. Los alumnos se
atreven a decir y hacer cosas que en nuestra generación nunca habríamos hecho,
y los profesores se asustan —en algunos casos— o, sencillamente, evitan los
problemas porque, con la crisis, ven recortados sus ingresos, aumentado su
trabajo y lo último que les apetece es enfrentarse a reclamaciones y quejas”.
En la Comunidad Valenciana
quieren ponerle coto a las faltas en las PAU (Pruebas de Acceso a la Universidad), eso sí,
solo en las asignaturas de Lengua y Literatura II. En la Selectividad se
rebajará hasta tres puntos por las faltas (0,25 por las grafías y 0,15 por las
tildes), un descuento que llegará a los cuatro en 2015. El recorte es paulatino
para dar tiempo a los institutos a que solventen el problema. La reforma de los
planes de estudio del Ministerio de Educación prevé también reválidas al
terminar la primaria y la secundaria. Dos pruebas externas que quizá obliguen
al profesorado a hacer hincapié en la ortografía.
“Terminar con las faltas es complicado
porque el resto de profesores consideran que es un tema de Lengua que no les
compete y no bajan la nota”, lamenta Javier López, periodista de formación y
docente de Lengua en el instituto Serranía de Alozaina (Málaga). Existe también
la queja inversa: ¿si no le suspende el de Lengua, cómo lo voy a hacer yo en
Historia? “El español no es patrimonio de los profesores de Lengua. Es de
todos. Y cada uno en su ámbito tiene que enseñar su léxico y en clase de
Matemáticas no puedes dejar que un niño escriba hangulo. No puedes”,
razona Medina Bocos.
Hace tres cursos, López, de 37 años,
comenzó a ser profesor de Lengua y Literatura y le sorprendió “una didáctica
del siglo XIX en el XXI”. En su opinión, para mejorar la ortografía “ya no
sirve, como funcionó con generaciones anteriores, hacer dictados o copiar
muchas veces una palabra mal escrita”. Él mantiene contacto a través de las
redes sociales con sus alumnos y les obliga a expresarse con corrección.
“Cuando escribías una carta te esforzabas, aunque fuese a un amigo, porque era
algo de lo que quedaba constancia y decía mucho de ti. Por eso quiero que
entiendan que en Tuenti o en Facebook también se puede escribir bien y tienen
que elevar el registro. La relación alumno-profesor no puede ser la misma que
entre ellos”. López saltó a los medios con su campaña Tu ignorancia me alimenta.
“Por cada falta que le restaba puntos en el examen tenían que traer un producto
si querían recuperar la nota”, recuerda. Y así donaron 500 kilos de comida.
No todo son malas noticias. Hay una
minoría muy preocupada por la lengua. Lo constatan en el departamento de dudas
de la RAE,
Español al Día, que recibe un centenar de preguntas diarias. “Cada vez más
gente accede a la educación media y superior y un buen dominio de la
herramienta lingüística es imprescindible para acceder a puestos de trabajo
cualificados. También ahora hay más medios para obtener información y resolver
cuestiones lingüísticas, como los diccionarios de dudas o servicios como el
nuestro, que permiten a los hablantes obtener respuesta a sus preguntas sin
tener que buscarla por sí mismos en manuales de gramática u obras de
referencia, a menudo, difíciles de entender y digerir”, cuentan.
El descrédito del uso del lenguaje es tal
que unas oposiciones a Policía Municipal en Las Palmas de Gran Canaria
levantaron polvareda el año pasado por esta razón. Cien candidatos denunciaron
ante el registro del Ayuntamiento la prueba ortográfica que solo aprobaron 17
de los 168 opositores. La prueba consistía en descubrir los fallos de 22 frases
en 10 minutos. La cuestión es: ¿debe el Estado bajar el nivel requerido? “No es
que las instituciones hayan de ser severas, sino justas”, matiza Gutiérrez,
también catedrático de Lingüística en la Universidad de León. “Los que desean acceder a un
puesto de la
Administración no solo han de conocer los asuntos que atañen
a la plaza a la que concursa, sino también a la lengua en que se expresan. Si
los policías tienen que redactar informes o levantar actas, han de demostrar en
la oposición que pueden hacerlo de forma correcta”.
El filósofo Pardo no da crédito:
“Denuncian al Estado los infractores de la norma más elemental para la
convivencia (el uso respetuoso y compartido de la lengua), pero si el Estado
permitiese las infracciones, que es lo que sí sería un delito atroz y una
dejación escandalosa, nadie pondría una denuncia. Todo un ejemplo de moralidad
pública”. Y se muestra categórico: “Los organismos no deben dejar de castigar a
los infractores de la ortografía como no dejan de hacerlo con los infractores
de las normas de tráfico”.
Con la reforma educativa del ministro
Wert, los alumnos de secundaria recibirán un 25% más de clase de Inglés,
Matemáticas y Lengua. Quizá entonces el drama de las faltas se acabe o, al
menos, se aminore. De alcanzarse este objetivo, será el adiós al hit del
momento: ola k ase.
El
punto final no existe y las frases no arrancan con mayúsculas. Estas se usan
indistintamente.
“Haber”
y “a ver” es el mayor quebradero de cabeza.
Por
contagio de la manera de escribir por móvil desaparece la ch, que pasa a ser x.
Mucho es muxo.
La
g es hoy w. Uno no es guapo sino wapo.
Las
palabras acortadas en los apuntes de clase —tb por también o pq / porque— se
ven en los exámenes.
Los
términos se funden: derrepente, asique, osea.
“Hecho”
de hacer y “echo” de echar no se distinguen.
Aparecen
nuevas palabras como el gerundio tuviendo.
Una
s por una x espectativas y una n que no existe transtorno.
Etiquetas:
Víctor
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
11 comentarios:
Sin embargo hay faltas que son muy graves y que debemos tener cuidado.
Estoy de acuerdo con esa mujer que piensa que todos deberíamos escribir una redacción todos los días porque nos ayudaría a saber explicarnos bien gramaticalmente y a poner todas las ortografías.
Rocío Pro Soto 4B.
También hay que entender que por ejemplo, en los exámenes de la universidad se suele escribir muy rápido y un despiste tonto, lo puede tener cualquiera ya sea por nervios o prisas pero tampoco se debe abusar, una cosa es tener uno o dos fallos y otra es tener la mitad de un folio escrito mal. El ejemplo del alumno que escribió la toma de la Pastilla en vez de Bastilla puede ser una simple falta de atención, pero quizá si lo escribe en un momento en el que está mas relajado lo más seguro es que lo escriba bien y por ello no deben suspender solo por algun fallo de ese tipo, solo cuando tengan un gran número o sea incomprensible.
Sandra Clemente Vázquez 4ºB
Es cierto que nosotros mismos tenemos la culpa de ir escribiendo cada vez peor y se debe a la dejadez que muchas veces tenemos.
Observo que se repite eso de: ''Si estás en ciencias las faltas de ortografía deben contar menos''.
Pues bien, no estoy nada de acuerdo ya que creo que saber escribir bien es algo de todos, tanto si estás estudiando una carrera de ciencias,letras o arte.
Bajo mi punto de vista, hay ciertas ocasiones en las que sí se debería suspender a un alumno y otras no. Siendo coherentes, todos hemos escrito alguna palabra mal en algún trabajo de clase o en algún examen debido a las prisas, pero bueno hay un cierto número de faltas que podrían llegar a permitirse ( el cual desconozco ).
Por otro lado, he llegado a ver casos de en un mismo trabajo tener 15,16 o más faltas de ortografía y en ese caso, en mi opinión, si debería ser suspendido porque cualquier persona que tenga cierto tipo de faltas debería prestar más atención ya que le podría pasar factura a la larga.
En resumen, la cuestión está en la falta de atención y eso es algo que sólo podemos solucionar nosotros mismos.
También se en los sms se escribe mal, pero eso no quiere decir que a la hora de hacer exámenes se escriba de esa manera. La única forma que hay de corregir las faltas es leyendo mas, escribir mucho y pese a quien le pese, que los profesores sigan corrigiendo nos las faltas ortográficas.
En una asignatura como lengua entiendo que se pueda llegar a suspender, pero siendo otro tipo de asignatura no debería ser igual la penalización.
Leave a Comment